“Sabemos lo que somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser”
William Shakespeare
Desde un plano superficial pudiera ser que los sentimientos parecieran evidentes y que se pudiesen observar en nuestro rostro; sin embargo cuantas veces nos ha pasado que no nos damos cuenta de lo que realmente sentimos o que lo captamos cuando es demasiado tarde. Es precisamente, ese Yo Observador, aquel que llamamos autoconciencia o la capacidad de reconocer e identificar nuestros estados internos lo que el Modelo de Six Seconds formula como la base de otras habilidades de inteligencia emocional como el reconocer los patrones, navegar los estados emocionales turbulentos y ejercer empatía.
Los tropiezos de la vida nos enseñan que realmente no basta tener un conocimiento periférico de nosotros mismos o permanecer atornillados en el paradigma de “ Así soy, no puedo hacer nada” para hacerle frente a los retos que la realidad nos impone día a día. Décadas de investigación científica han validado el concepto de la neuroplasticidad o la habilidad del cerebro para cambiar y adaptarse a su entorno.¿Por qué es entonces, tan importante desarrollar la autoconciencia e identificar con claridad las emociones que sentimos todos los días?
Tres Poderosas Razones
La primera razón podría ser sentirnos victoriosos ante el temor de abrir esa caja de Pandora que a veces representan las emociones. No parece ser tan descabellado si consideramos que las emociones son un torrente de energía que nos embarga… que puede movilizarnos – o paralizarnos. Por ejemplo, cuando tratamos de tomar una decisión y pensamos que podemos “pensar con la cabeza” , es decir dejar las emociones fuera del proceso, lo que realmente estamos expresando es un temor a embargarnos de algo incontrolable, inclusive cegador, que nos incapacite para tomar decisiones lógicas y acertadas; de ahí la conocida frase “ciego de ira”. Sin embargo, un concepto que puede equilibrar esta falsa creencia acerca de las emociones, es entender que ellas son no sólo son energía que fluye sin control, si no que más bien son una fuente de información absolutamente necesaria para el funcionamiento de nuestro cerebro social. De hecho no hay un solo momento en el que las emociones dejen de entregarnos mensajes valiosos acerca de lo que es importante, riesgoso o fundamental.
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En segundo lugar, ser capaz de entender las fluctuaciones de intensidad de las emociones sin alarmarse. Todas las emociones varían en intensidad. La alegría por ejemplo, puede experimentarse dentro una gama variada, que puede ir desde una quieta contemplación hasta la algarabía más ruidosa y en entre ambos extremos, muchas otras variantes. La practica de identificar y clasificar estos mátices en el contexto de nuestra experiencia diaria, es un ejercicio importantísimo para el aumentar el vocabulario emocional de nuestro cerebro ya que nos empodera con opciones para expresar aquello que sentimos y extraer la información y la energía de las emociones de una manera eficiente. Pero además, tiene un beneficio adicional que puede interesarte. Digamos que empiezas a sentirte realmente enojado, ansioso o frustrado; pues bien, el solo hecho de ponerle un nombre o describir eso que estás sintiendo te ayuda a reducir el impacto de una emoción debilitante. Según el estudio con resonancias magnéticas “Putting Feeling into Words”, describir o nombrar una emoción activa una área especifica en la corteza pre frontal del cerebro, lo que inmediatamente reduce la reactividad de la amígdala y por ende el impacto de la emoción. En el gráfico a la izquierda, puedes ver la rueda de Plutchik, para entender cuáles son algunas de las variantes de la intensidad de las emociones básicas.
Si con esto no te has convencido de los beneficios de conocer tus emociones, sigue leyendo por favor…
Quizás deba ofrecerte algunos datos analíticos para que te animes a emprender este viaje. El lenguaje se desarrolla en los humanos entre los 2 millones y 400,000 años, durante ese proceso evolutivo se forma lo que conocemos como el cerebro social. Este cerebro no sólo nos conecta con los demás, sino que es la base de tu dialogo interno: lo que te dices a ti mismo, es decir tanto el componente analítico como el emocional. Ambos aspectos de tu autoconciencia te permiten crear una imagen de ti mismo, una idea del Yo. Quién eres en realidad, que disfrutas, que valoras, que te mueve y que no, representan el punto de partida hacia tus afectos, las decisiones que tomas y — muy importante — hacia tus metas. Sin embargo, debes saber que el cerebro ha evolucionado para asegurar nuestra supervivencia, es decir que no seas devorado por los depredadores, que no vayas a errar en un cálculo y te metas en la cueva equivocada, o mueras de hambre; lo cual en el contexto del mundo actual puede parecer irrelevante ya que los desafíos actuales son incluso más complejos. Un simple correo electrónico te puede desencadenar la misma ansiedad y estrés que ver a un esmilodonte avanzando hacia su cena: ¡Tú!
Por lo tanto, poder reconocer y nombrar las emociones, te equipa para enfrentar esos desafíos y evitar el desgaste físico y mental que se genera en el cuerpo cuando experimentamos emociones que nos resultan enigmáticas — por falta de autoconocimiento– y que por ello acabamos escondiendo bajo el tapete, esperando que “desaparezcan”. Lo cierto es que no se van a ningún lado, si no que muchas veces se intensifican y se convierten en obstáculos para conectarnos con los demás y sobretodo vivir en armonía en nuestra propia piel. Entonces, ¿Estás ya listo para empezar a descubrirte?
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