Lo Que un Mundo Imaginario con Emociones Visibles Puede Enseñarnos sobre el Lenguaje, Nombrar Emociones y Practicar EQ

Por Anabel Jensen

Justo antes de dormirme hace unas noches, me pregunté cómo sería la vida sin palabras. Parecía absurdo, pero decidí explorar esos pensamientos por unos momentos.

Los objetos no tendrían etiquetas discretas. De alguna manera, todas las personas tendrían el mismo nombre, si es que tienen algún nombre. Sería un lugar muy confuso para vivir, pero interesante. Esperar unos momentos en un mundo así nos recuerda la importancia de tener etiquetas comprensibles para las cosas que vemos y las acciones que queremos describir.

Palabras como Pensamientos

Va mucho más allá de la mera conveniencia, por supuesto. Las palabras forman pensamientos. Solo podemos pensar en las palabras que conocemos, y a medida que cada uno se apega a objetos, personas, ideas o recuerdos, desarrollamos nuestra capacidad para describir, y al mismo tiempo, para comprender el mundo. Es una tarea muy compleja de varios años, pero tan pronto como lo básico se pone en su lugar, descubrimos que hemos creado nuestra trama emocional en nuestro propio tapiz. Aún más sutilmente, y en formas que cambian constantemente, estas emociones representan nuestras vidas internas, una obra maestra en curso que no está disponible para nadie más. De este ser interno provienen los hábitos que nos definirán, pero a menudo estos hábitos y las emociones detrás de ellos, resultan demasiado sutiles para la identificación.

Entonces, se suponía que me estaba quedando dormida, pero en su lugar, exploré una pregunta relacionada:  ¿Qué pasaría si cada giro sutil de nuestras emociones fuera obvio para nosotros?  Además, por diversión, reflexioné: ¿Qué pasaría si las emociones también fueran visibles para todos los demás? 

Emociones Que Brillan: Sentimientos Visibles

Imagine un universo paralelo en el que, en lugar de formarse en palabras, las emociones harían que nuestros cuerpos brillen un cierto color. De alguna manera, esto sería más comunicativo que el lenguaje, porque sería visible para todos permanentemente, y requeriría solo interpretación. Por lo tanto, emitimos una gran variedad de colores en el transcurso de un día, desde los amarillos soleados de la felicidad hasta los marrones opacos del agotamiento nocturno, con todos los verdes alegres de juego (rojos furiosos para las discusiones) en el medio. Además de proporcionar un espectáculo colorido,  esto haría que nuestra vida interior sea visible para cualquiera.

Tal como están las cosas, nuestras vidas emocionales son en su mayoría una provincia solitaria, conocida solo por el cerebro que las generó, pero cambian rápidamente, influenciadas por lo que sucede afuera. Estamos desencadenados o apaciguados por los eventos, llenos de alegría o abrumados por las cosas que escuchamos, o modificados por una sutil manipulación química.

Para un observador, una de estás emociones visibles serían totalmente representativas. Al igual que un disco que da vueltas a una velocidad demasiado alta, solo podríamos captar unos cuantos detalles si no estamos adecuadamente entrenados.

La importancia de poner nombre a las emociones

Esto se debe a que es un desafío estar en presencia de cada emoción, examinarla, identificarla y etiquetarla, ver su singularidad y distinguirla de las demás. Generalmente, no tenemos el ancho de banda mental ni el tiempo que se requiere.  Pero en realidad, para muchos,  la brecha entre nosotros y nuestras vidas emocionales no proviene de la falta de esfuerzo, sino de las peculiaridades en nuestro uso del lenguaje.

 

Poner nombre a las emociones: habilidad y forma de terapia

Esto se debe a que es un desafío estar en presencia de cada emoción, examinarla, identificarla y etiquetarla, ver su singularidad y distinguirla de las demás. No tenemos el ancho de banda mental ni el tiempo.

Vamos a ver como se ve esto en la práctica. Mira a tu alrededor y nombra los colores que ves. 

Ahora, ¿cuántos de ustedes dijeron “amarillo”, en comparación con “mostaza” o “caramelo”? ¿Quién eligió subdividir el “rojo” simple y primario en el “escarlata” más descriptivo, o “carmesí” o “rosa”?

Esto podría revelar que respondimos rápidamente o que podríamos necesitar aprender algunas palabras nuevas para describir los colores. 

Tanto individual como colectivamente, necesitamos un vocabulario generoso para las emociones. Es importante destacar que las investigaciones están encontrando una conexión entre los déficits del lenguaje y los problemas que regulan las emociones. Las personas que escriben regularmente en un diario descubren que son más capaces de lidiar con sus sentimientos porque cada uno ha pasado por el proceso de expresión verbal. Además se descubrió que los trabajadores despedidos que escribían diarios tenían mejor salud física y mental que aquellos que no lo tenían, y que después encontraban trabajo con mayor facilidad.

Tal vez sea obvio, pero si podemos etiquetar algo con precisión, podemos comenzar a abordarlo adecuadamente. También podremos notar cuando una emoción es un huésped no deseado, un impostor neuroquímico, simplemente dándole un nombre.

Encontrando la palabras adecuadas

Ser capaz de articular las emociones que sentimos ayuda a controlar sus efectos. [Para los fanáticos de Marvel, les diría que cuando Hulk se enoja es una excepción dramática a esta regla.] Esto requiere una sutileza de diferenciación, y también nuevas habilidades para describir y etiquetar nuestras reacciones emocionales. Esta es la forma de diferenciar gradualmente “estar nervioso”, de “estar confundido” y “sentirse vulnerable”, a pesar de que todos tienen diferentes tonos del mismo sentimiento básico: ansiedad.

 Para tomar otro ejemplo, probablemente conoces a alguien que describirías como “siempre enojado”. Para mí, me recordaba a un compañero de trabajo, y al ver cómo cambian  sus emociones a lo largo del día, es obvio que son más complejas que solo la “ira”. Nuestros propios sentimientos pueden ser difíciles de diferenciar y los ajenos aún más, pero he notado algunas sutilezas en mi compañero. Por ejemplo,  pasó de la consternación depresiva (en el estado del mundo) a la actitud defensiva usual (durante una reunión de trabajo un poco tensa), y luego, se volvió gruñón (porque nadie lo respaldaba) , cabando realmente muy molesto (con aquellos que siente que lo traicionaron).

Cuando se salta la oportunidad de bajar la velocidad y etiquetar todos estos sentimientos distintos, mi colega no está aprendiendo a articular los matices de su vida emocional. Si tratara de hacerlo, podría notar su consternación, etiquetarla con precisión y, por lo tanto, ser capaz de dejar esa emoción a un lado.  Por si no fuera poco, los efectos de sus emociones en los demás (ejemplo: las lágrimas derramadas en la sala de profesores), tienen efectos destructivos. 

Tampoco reconoce los orígenes de sus sentimientos. Los ruidosos trabajos de construcción cerca de su casa lo han dejado deprimido y desilusionado con el área donde vive. Está a la defensiva en las reuniones porque malinterpreta la mayoría de los comentarios como críticas intencionalmente hirientes. Las emociones no pueden surgir de la nada; perseguir desde donde se originan puede ser revelador.

 

Dando un respiro

El reconocimiento de una emoción es el primer paso para ignorar el impulso de reaccionar. Es como estar parado en una playa, mirando las olas. De vez en cuando, ves una forma oscura en el agua. Es bastante grande y parece estar en movimiento. Esto hace que experimente dos impulsos agudos: “tenga miedo, porque esa cosa podría ser peligrosa” y “advierta a otros del peligro”. Pero imagínese si en realidad gritara “¡Tiburón!” cada vez que aparece un destello, reaccionando infaliblemente a esos impulsos. Sería un mundo estresante, lleno de falsas alarmas y desconcierto.

En cambio, los profesionales de diferentes campos recomiendan tomar el control de estas reacciones, incluso las más fuertes. Permitir un momento de espacio antes de reaccionar ante nuestras emociones es, en sí mismo, una excelente manera de evitar una reacción en cadena. pero el etiquetado puede ser más efectivo aún. “Es increíblemente improbable que sea realmente un tiburón, pero la perspectiva está causando que se active mi circuito de lucha o huida”. Una vez que conquiste este paso, puede felicitarse realmente.

Cambios neurales a largo plazo

 

La práctica de retrasar nuestras respuestas emocionales al respirar, hacer una pausa de seis segundos y etiquetarlas con precisión puede causar cambios duraderos en nuestros cerebros. Reconocer la emoción, una y otra vez, fortalece nuestra capacidad de ignorar el impulso que lo acompaña: estar enojado, desanimado o celoso, desconfiar de los motivos de los demás. Esta supresión del impulso nos ayuda a rechazar los sentimientos negativos. (Para mí, “ignorar” podría ser una mejor palabra que “suprimir”; no estoy tratando deliberadamente de alejar nada, solo dejarlo pasar).

Las imágenes de resonancia magnética han demostrado que etiquetar nuestras emociones parece disminuir la actividad en los centros emocionales del cerebro, incluida la amígdala. Esta gestión del cerebro emocional permite que el lóbulo frontal (nuestro centro de razonamiento y pensamiento) tenga un mayor poder de resolución de problemas. Entonces podemos proceder, sin distraernos por la emoción y sus implicaciones.

Conclusión

Recuerde que no estamos tratando de juzgar nuestros comportamientos, solo observarlos.  El trabajo de reparación llega más tarde y en mi experiencia, si se puede notar genuina y repetidamente nuestras emociones y etiquetarlas.  Debo decir que no hay receta mágica, en realidad es como aprender una habilidad: necesitamos una conciencia sostenida de nuestro estado emocional y comprometernos a mejorar un poco cada día.

En definitiva, creo que se trata cuando decidimos cómo queremos sentirnos. Dada la elección, no pasaría ni un minuto de este martes soleado sintiéndome desesperada, sacudida o menospreciada. Cuando esos sentimientos ocurren, como ocurrirán en algún momento, puedo decidir hasta donde no relacionarme con ellos. Habrá numerosas oportunidades durante el curso de mañana para observar los sentimientos  a medida que surjan, por eso tengo la intención de aprovechar tantos como sea posible. De esta manera, creo que podemos comenzar a filtrar las emociones debilitantes, aquellas que conducen al pesimismo, la ira o los celos, y en su lugar lidiar con lo que realmente está frente a nosotros.

¿Cómo reaccionas cuando surge una fuerte emoción? ¿Notas las cualidades y características? En promedio, ¿prefiere ver a dónde conducen las emociones o rechazarlas como una distracción no deseada?

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